domingo, 23 de mayo de 2010

Una historia desde Saffa-A story from Saffa


Español.-
Souad vive en el bello pueblo de Saffa, al lado de Beit Ommar, cerca de la ruta hacia la barrera de anexión. Desde su casa, en el pueblo, debe dar una corta caminata hasta su tierra por la cima de la ladera pero la ladera entera, ha sido cercada y la cima ha sido robado por la colonia judía / asentamiento de Bat Ein. No hay valla que separa sus campos y terrazas de la liquidación: Bat Ein es una de las dos únicas colonias sin esa valla en toda la Ribera Occidental de Cisjordania, de esta manera diseñan el futuro, para que sea más fácil, sin definir una frontera, apoderarse en el futuro de toda la tierra. Los títulos de propiedad de las laderas han estado en la familia de Souad por más de 100 años. Actualmente, ni ella ni sus familiares pueden sacar a pastar sus cabras y ovejas sin ser atacados a balazos por los colonos. Ella sólo puede ver desde una colina cercana cómo su melocotones y uvas, que están listos para la cosecha, se marchitan y se pudren en las vides y los árboles, o son robadas por los colonos. Souad tiene que trabajar la tierra, para asegurar la prueba de la propiedad permanente y para mantener el suelo en buenas condiciones, pero si se aventura a realizar el trabajo es más que probable que pierda su vida y no pase nada. Ella ha visto con impotencia cómo cientos de árboles frutales, replantados con la ayuda de los donantes internacionales después de que los árboles originales fueron incendiados por los colonos, fueron desenterrados y arrastrados sin piedad apenas fueron replantados con esperanza.
La presencia de la familia, junto con los activistas internacionales de PSP y activistas israelíes, en esta colina cercana, nota desde hace tiempo que los soldados israelíes están patrullando constantemente las carreteras cercanas, cuando van a la colina y luego deciden regresar a la aldea intimidados por la presencia de los tanques, los soldados los persiguen a las aldeas y lanzan contra ellos gases lacrimógenos y abren fuego como castigo por la presencia de observadores internacionales. Souad sale y nos dice con tristeza oteando el horizonte: "Mi colina se ha ido. Donde hoy estamos de pie puede ser el próximo lugar que se vaya. "
Es difícil imaginar cómo los aldeanos como Souad pueden seguir adelante. Ella puede decir: "Con la ayuda de Allah vamos a sobrevivir", pero su medio de vida es exclusivamente lo que produce su tierra, las perspectivas para su futuro son muy precarias. Desde estas laderas es posible, en un día claro, ver mucho más allá de la Línea Verde y, dicen, a Tel Aviv. Esta hermosa tierra. La tierra robada. La tierra que desaparece.


English.-
Souad lives in the beautiful village of Saffa, next to Beit Ommar and close by the path of the Annexation Barrier. From her house in the village it is only a short walk to her land – an entire, rolling hillside, the summit of which has been stolen by the Jewish colony/settlement of Bat Eyn. No fence separates her fields and terraces from the settlement: Bat Ayn is one of only two colonies without such a fence in the entire West Bank, designed to make it easier, without a defining border, to make future land grabs.
The title deeds to Souad’s hillside have been in her family for over 100 years. Not that it does her any good – she cannot even graze her shepr without risking being fired upon by the settlers. She can only watch from a nearby hill while her peaches and grapes, soon ready for harvest, wither and rot on the vines and trees, or are stolen by settlers. She needs to work the land, to ensure the proof of continuing ownership and to keep the soil in good condition, but fears for her life if she was to venture there. She has watched helplessly as hundreds of fruit trees, replanted with help from international donors after the original trees were torched by settlers, were dug up and taken back to the settlement to be planted there.
The presence of the family, along with international activists from PSP and Israeli activists, on this nearby hill was soon noticed by Israeli soldiers patrolling nearby roads and it was decided to move back to the village, lest the soldiers enter and fire tear-gas into the village as punishment for the presence of international observers. As we left Souad ruefully remarked, “My hill is gone. Where we are standing may be next.”
It is difficult to see how villagers such as Souad can carry on. She may say, “With God’s help we will survive”, but, dependent wholly for her livelihood on what her land produces, her future is precarious in the extreme. From these hillsides it is possible, on a clear day, to see well beyond the Green Line and, they say, to Tel Aviv. Such a beautiful land. The Stolen Land. And the disappearing land.

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